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El agua y el vino hablan de nuestra identidad. Te invitamos a descubrir cómo estos liquidos se transforman en arquitectura en algunos sitios.
El Prao del Molín, llanura aluvial a la vera del rio Luiña con su conocida presa (lugar de baños) al pie del Puente de Entrambasaguas, donde el Luiña confluye con el Narcea, y el Molino de Omaña, documentado ya en 1771, representan la importancia del agua en la historia de la villa.
Otros molinos merecen ser mencionados: el molino de Vega de Pope o el de Posada de Rengos, así como los hermosos conjuntos de molinos de Rimolín, Xinestosu o del Riu Coutu en Cangas del Narcea o Villardecendias en Ibias. Muy ligados a los molinos se encuentran las estacadas, estructuras de madera que formaban las presas para el molino, también utilizadas como curiosas piscinas naturales. Pocas se conservan de madera como la de Veigaipope. Algunas han sido susituidas por hormigón como la de Santiso o Fariñas.
Con la disculpa de conocer estas dos últimas presas, nos vamos a Santiso. Las antiguas instalaciones eléctricas dan cuenta del aprovechamiento del agua, pero el vino ha ido ganando protagonismo de la mano del Llagar de Santiso, su conjunto de Bodegas o el Museo del Vino.