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PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Domingo, 13 de noviembre 2016, 01:17
El otoño ha ido dorando y enrojeciendo los montes que ocupan buena parte del territorio de Cangas del Narcea, mientras allá en los altos de L.leitariegos la mano de nieve espolvoreaba las primeras cumbres y el oso soñará con las mieles de la próxima primavera hibernando en su escondrijo de Muniel.los. En las laderas soleyeras del sur las cepas de los viñedos, recién despojadas de sus frutos, aguardan desnudas el rigor del tiempo que pronto las xelará. ¿Por dónde comenzar a recorrer este que podría ser llamado como L.lena, 'conceyón'. Con una superficie de 823,57 km² el municipio se tiene bien ganado el superlativo cariñoso, es grande, extenso, pero sobre todo de corazón, un corazón en el que se sienten reconocidos y amparados los cangueses como pocos naturales de otros concejos. De la pasión con que viven la fidelidad a sus raíces daba cuenta aquella anécdota que el escritor leonés ponía al frente de uno de sus libros de artículos: la del cangués que puso bar en Madrid -como han hecho generaciones de ellos- y en lugar principal colocó una gran lámina de Manhattan con un pie que informaba: «Vista parcial de Cangas del Narcea». No era grandonismo chauvinista, era puro amor a su tierra.
A juzgar por el entorno que hoy contemplamos en el concejo más extenso de Asturias, las gentes nacidas y bien criadas en él parecen haber conservado con mimo los rasgos de su paisaje tradicional. La presencia de una importante industria minera en sus valles o el crecimiento urbanístico que ha experimentado en las últimas décadas la villa capital, en las calles de esta y de su casco antiguo se experimenta la agradable impresión de estar caminando por un mundo en que las distancias se medían en pasos y las horas por las campanas de la basílica de María Magdalena, que aún hoy nos sorprende esbelta e impresionante en una plaza urbana, que afortunadamente no la ha ido encerrando, y en la que comparte protagonismo con el rehabilitado Palacio de los Omaña. No es el único palacio o palación que da cuenta del poderío que albergó durante siglos esta villa, la principal del suroccidente astur: el de Los Llano o los Uría, casi vecinos, nos hablan de la grandeza de esas casas en el periodo barroco o el colosal Palacio de los Condes de Toreno, con su hermoso patio interior, actual sede del consistorio cangués.
Un paseo por la vieja villa nos desliza por callejuelas y caleyones de chigres, tiendas y viviendas populares, con sus corredores de galerías acristaladas o humildemente incrustadas entre una casona noble y otra menestral, como la cáscara de un caracol, a la que tal vez no le falte por ello una puertina bien labrada y un par de geranios en la ventana. El serpenteante y bien conservado puente medieval, uno de los más largos del Principado, salva el encuentro entre el Naviegu y el Narcea en Entrambasaguas, para llevarnos al barrio así llamado en el que se alza como el mástil de una nao la iglesia del Carmen, rodeada de un caserío en el que predomina el blanco de la cal como en su fachada y que más que barrio, parece una aldea que se ha acercado hasta las mismas puertas de la villa por evitar el trastorno de desplazarse desde largas distancias para resolver sus asuntos en ella.
La importancia de la villa y del concejo cangueses durante siglos se muestra ahora en esos grandes palacios y casonas de las principales casas del Occidente: Omaña, Uría, Llano, Toreno, propietarias de buena parte del territorio a este y al otro lado de la Cordillera Cantábrica. Antes -y luego en competencia con esta nobleza rural- el principal señorío de las tierras de Cangas y vecinas lo ostentaba el Monasterio de Corias/Courias, fundado en 1022 y que alcanzaría su máximo esplendor entre los siglos XII y XIII. A los frailes de Courias debemos los caldos que en la actualidad se elaboran con una excelente calidad bajo la única denominación de origen vitícola asturiana, entre otras tantas cosas como aquellas que desdeñaban reconocer los activistas radicales de 'La vida de Brian' a los romanos. Más allá de la gloria arquitectónica del actual edificio del Monasterio de San Juan Bautista o del legado palaciego de la villa o disperso por sus dominios rurales, la geografía canguesa es pródiga en tesoros como el de la calidad etnográfica que presentan decenas de lugares y aldeas de todo el concejo o los que podemos descubrir andando por cualquier camino.
Nos despedimos de las tierras de Cangas emprendiendo uno de ellos hacia L.lamas de Mouro, donde se mantiene en activo el único alfar de cerámica negra de toda Asturias, en manos de la familia Rodríguez: dos hermanos a tiempo completo y a tiempo parcial, los fines de semana, tres de sus hijos, con Verónica como la más apasionada. Cerca está el Palacio de Sierra y unas vueltas antes de la carretera el Palacio de Xacerey y al lado, frente a un roble centenario la iglesia de Santa María de origen románico. Y sin salirnos de la ruta en Pambley, vamos a encontrarnos con uno de los pocos talleres de madreñeros que quedan en el Occidente, los Raúl Martínez, padre e hijo, en un oficio que nunca se perdió en la casa. Los caminos de este conceyón están repletos de esta clase de sorpresas y tesoros para quien los sepa descubrir.
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